Crónicas desde el Estadio: Jornada 10
“De Madrid al Suelo”
01/11/2014: Quinto encuentro de Liga del Granada CF en su estadio. RESULTADO: 0-4
“Dice la Historia que hace ya mucho tiempo venciste a los más grandes. Hoy perdura en el recuerdo”. Así reza una parte del himno del GRANADA C.F. que resopló en los pulmones de los aficionados el día 1 de Noviembre en el Estadio de Los Nuevos Cármenes. En efecto, como cuando el pariente pobre recibe en su casa la visita del pariente rico, las gradas lucían sus galas más flamantes: todo el mundo en pie hacía resonar ese quejido, que caracteriza a la sempiterna Granada de Boabdil, la que tuvo pero no retuvo, porque no pudo o supo retener: “¡Ay mi Granada, ahh mi Granada, ay mi Granáááááá!”, a la par que colaboraba a formar un decorado premeditado de bandera albigranate a lo largo y ancho del graderío. Todo para recibir al Real Madrid, después de su victoria contra el otro gigante del fútbol nacional en la jornada anterior.
Como las carencias del equipo en los últimos encuentros han sido más que manifiestas, el público del Gol Sur intentaba justificarlas desplegando una pancarta desafiante, casi insultante para con el adversario: “SOMOS DEL GRANADA POR SUS COLORES, NO POR LOS MILLONES”. Marcar esa distinción creo que estaba fuera de lugar: el fútbol no tiene patente de victoria por la inversión económica en jugadores. Que se lo pregunten al Barça, horas más tarde, contra el Celta. Eso es precisamente lo que hace que se llenen los estadios: la incertidumbre del resultado. En el césped no hay enemigo pequeño, ni enemigo imposible de batir. Además, la afición a un equipo es temperamental, no medida en piezas de oro. Donde manda el corazón, no manda el dinero. Ningún seguidor del Madrid cobra por serlo; ni tampoco quien sea del Barcelona, a pesar de los kilómetros de distancia y la lengua que interponen, a cosa hecha, en las ruedas de prensa para sus fans de más allá de la ciudad condal.
La verdad es que lo de jugador número 12 se lo tomaron muy en serio los espectadores que acudieron a un partido lleno de estrellas del fútbol mundial y nacional. Como dice la canción, el público jugó con el corazón; los jugadores del Granada con la tabla de multiplicar 4x4x2, que les hace repetir machacona y memorísticamente su entrenador, en la creencia de que solo cuenta con pupilos de pocos recursos, sin capacidad para la improvisación y tener autonomía propia, porque no dan más de sí.
Pronto la diferencia de calidad se hizo notar: frente a obreros currantes del balón, se alzaron los artistas profesionales del talento. La rigidez de la línea de centro del campo de Caparrós se vio continuamente desbordada por la flexibilidad tanto en ataque como en defensa del tándem formado por Carvajal/James por un ala y Marcelo/Isco por otra. La suerte, que tantas veces ha sido esquiva con los nuestros, diluida y mimada por el tacto, la técnica y la soltura de quien utiliza el campo como una mesa de billar, se decantó cuatro veces a favor de los ilustres invitados.
El mal perder de las Peñas del Gol Sur, los camisetas negras, más allá del reconocimiento del mérito ajeno, ofreció el feo espectáculo del insulto a todo el público que aplaudía al andaluz Isco en su relevo casi al final del partido. “Madridistas, hijos de p.” o “¡Qué vergüenza de afición!” Supongo que les resultó fácil gritarlo si el Barcelona es también el equipo de sus amores “platónicos” (en el sentido de idealistas y no por ser millonarios en fichajes), y me imagino que lo mismo gritarán cuando se aplauda a Gerard Piqué, el que confío que más cariñosa que despectivamente llamó a tots nosaltres, que no parlam català, “españolitos“. Ni lo uno ni lo otro me parece correcto de ninguna de las maneras. Pero no hagamos del detalle una categoría.
De la comparación entre los dos equipos, grande uno y modesto el otro por sus logros deportivos, no sólo brota la envidia y la bilis negra, también surge el aprendizaje. Caparrós se dio cuenta de que todo no es trabar al contrario: también hay que hacer una propuesta neta de ataque, y metió a Rochina (¡por fin!), que tuvo hasta dos oportunidades directas de gol, de las tres que pudo contabilizarse en la portería de Casillas desde su incorporación al terreno de juego. Tres ocasiones que, si la suerte no hubiera estado aliada a la justicia, hubiera supuesto una goleada al equipo actualmente líder en la tabla. Pero no ocurrió así porque Rochina fue la reacción rojiblanca con 4 goles ya en contra, no la apuesta inicial de un entrenador decidido a ganar, sino obsesionado con no perder. Lección aprendida. “Hay que luchar para ganar con fuerza y con valor, hasta que el estadio tiemble, hasta que la gente grite gol, gol, gol”, dice claramente el himno.
Hay un síndrome en psicología llamado “profecía autocumplida”. Consiste en tratar a una persona de tal manera que termina creyéndose a pies juntillas lo que se dice de ella. Si vemos a nuestros jugadores como imperfectos, incompletos, incapaces de acceder a la portería contraria y poder marcar, terminarán creyéndoselo. El fútbol, como todo en la vida, es alegría, es disfrute: el desafío, el riesgo, la posibilidad de tocar con los dedos el éxito, la competición, hace que suba la adrenalina al cerebro, que es un euforizante natural del organismo. Es el mismo efecto que se produce con los exámenes, con hablar en público o con hacer algo importante o transcendente para nuestras vidas. Los retos están para superarlos, para ser mejores. En realidad, no existe el fracaso, porque es una pieza más que forma parte del camino y de la nueva prueba a la que nos someteremos en el siguiente envite. Tampoco es verdad que exista el éxito en términos absolutos, como un final o cierre definitivo de la experiencia. Hasta los grandes campeones tienen que volver a revalidar su posición cada día nuevo que amanece. Quien ganó la Liga el año pasado tiene que volver a demostrarlo, como todos los que la perdieron.
Por eso es bueno que haya alguien mejor que nosotros: nos propone metas, modelos que podemos alcanzar. Contra esa pancarta del Gol Sur, que subestimaba a nuestros jugadores, como si valieran muy poco y estuvieran incapacitados para llegar a ser auténticos y competitivos, entonemos el “WE ARE THE CHAMPIONS” del grupo Queen, publicado en su álbum News of the World, de 1977, y hagamos la “profecía autocumplida” a nuestro favor: tenemos calidad para lograrlo y enfrente el mismo enemigo que tienen todos los jugadores de la División de Honor: la Suerte. El trabajo y el talento son buenas armas para combatirla, pero sobre todo el pensamiento positivo, la convicción de que por nosotros no va a ser. Y si no, nos vemos en el siguiente partido.
Antonio Andino Sánchez