Carta abierta a la tolerancia
Al parecer, últimamente se ha levantado la polémica del velo islámico por toda Europa; y es aquí donde yo me pregunto: ¿Dónde están los derechos a la libertad, tanto de vestimenta como de elegir una religión, o simplemente de realizarse como persona, según nos parezca conveniente a cada individuo?
Disculpadme, no me he presentado: me llamo Sukaina Lahmidi, una joven estudiante de 4º de la E.S.O, del Instituto “Alba Longa”, sito en la localidad de Armilla, nacida en Barcelona y, como supondréis, musulmana y portadora del Hijab (velo islámico). He de deciros, estimados lectores, que yo me siento española, dado que mis alegrías, mis penas y mis recuerdos los tengo en este país. Por eso digo a todo el mundo que tengo el corazón partido entre España y Marruecos.
Os contaré un poco mi historia: siempre he sido una estudiante respetuosa, una chica formal que tenía y tengo unos principios y unos valores; porque para mí una buena educación es la base de todo. Soy creyente, de fe musulmana, y un buen día por propia decisión elegí ponerme el pañuelo. Ni mis padres ni mis hermanos me dijeron nada acerca de ello hasta que los sorprendí con esta vestimenta, de la que estoy muy orgullosa. Os aclararé que he puesto unas líneas más arriba “por propia decisión”, porque desgraciadamente en esta sociedad y, lo que más me apena, en el siglo XXI la gente piensa acerca de nosotras, las mujeres musulmanas y, sobre todo, las portadoras del pañuelo, que estamos obligadas a ponérnoslo, ya sea por nuestros padres o por nuestros maridos; pero no es así. Lo hacemos como dedicación a Allah; nada más. Somos mujeres trabajadoras, estudiosas y respetuosas: esa es la imagen que quisiera daros. Y también deciros, como dice un refrán español; “la vestimenta no hace al monje”.
Queridos lectores, aquí y ahora quisiera pediros que no nos juzguéis simplemente por una imagen; que nos conozcáis mejor, sepáis el motivo de cada cosa y, por último, deis vuestra opinión sabiendo que nadie es más que nadie para juzgarnos unos a otros. También os pido tolerancia, tanto de vuestra parte como la que os ofrecemos cada día desde la nuestra: aquí estamos todos juntos para convivir en paz y armonía, y no importa lo que cada uno crea o tenga. No podemos olvidar que todos somos iguales, tenemos un corazón, dos ojos, etc., pero, lo más importante, un mismo sentimiento.
Y, finalmente, os agradezco vuestro tiempo por haber leído este artículo hasta el final.
Con todo mi corazón: Sukaina Lahmidi el Idrissi.
curso 2013-2014.