Twitter
Menu

Crónicas desde el Estadio: Jornada 5

 

 

“Tomárselo con filosofía” 

24/09/2014: Tercer encuentro de Liga del Granada CF en su estadio. RESULTADO: 0-1

 

 

 Nada hay más opuesto al fútbol que la filosofía. La famosa frase de “tomarse la vida con filosofía” procede concretamente de la filosofía “estoica”; es decir, su significado literal es “tomarse la vida estoicamente”.

¿Y eso cómo es? Pues vivir sin pasión, sin emociones. Para el estoicismo el daño del alma (de la mente, en lenguaje actual) procede de los sentimientos. La naturaleza nos hizo racionales. Eso nos puso al frente y por delante del resto del Reino Animado. Nos caracteriza. Y nos iguala a la Divinidad. En la esencia divina no cabe el sufrimiento. La experiencia racional nos dice que, si empleamos la cabeza para los problemas, no sólo se solucionan fácilmente, sino que no nos preocupan ni alteran; y, por tanto, no tenemos por qué equivocarnos. Por eso ante la adversidad, abstine et sustine, “aguanta y soporta”; el viejo mejunje de “agua y ajo”.

La apatheia (“apatía”) o “falta de sentimientos” es lo que define al sabio estoico. Naturalmente, todos sabemos que la vida es un caudal de sentimientos y emociones confusas, que nos perturban el estado de ánimo. Dejarse llevar por el veloz tobogán con el que las situaciones golpean de continuo la puerta de nuestra consciencia, es perder el norte y vivir en medio de un torbellino de tribulaciones.

Pues el fútbol es todo lo contrario.

¡Vamos mi granada!, el lema de la Portada del la Revista Oficial del GCF para este encuentro. Faltó la suerte.

¡Vamos mi granada!, el lema de la Portada del la Revista Oficial del GCF para este encuentro. Faltó la suerte.

En la Quinta Jornada de Liga, Tercera que aloja el Granada CF. en las propias carnes de su estadio, salió a jugar el equipo con la confianza y temple con que lo vimos coger las maletas para ir a ganarle al Bilbao a domicilio. Funcionaban las líneas. El 4-4-2 de la tricotosa albigranate. Incluso veíamos cómo el Levante tenía que recurrir a la falta, a la tarjeta amarilla, sin contemplaciones, para frenar una columna en formación que amenazaba con ocasiones repetidas su portería. El público estaba también fuerte. Entonaba cantos contagiosos que encontraban eco más allá del fondo donde habitan las peñas. La moral estaba alta, segura, firme. En una de esas faltas levantiscas de “caza al hombre” cayó nuestro Iturra, provocando a la postre que no pudiera continuar en el Segundo Tiempo; hecho que resultó decisivo para el desenlace del partido.

Al Descanso nos fuimos todavía optimistas. Y, poniendo banda sonora a lo que habíamos visto hasta ese momento se nos venía a los labios, junto el bocata, la musiquita amable y melosa del “WHITH A LITTLE LUCK”, del álbum London Town (1978) de Paul McCartney & The Wings: With a little luck, we can help it out. We can make this whole damn thing work out. “Con un poco de suerte podemos contribuir, podemos hacer que todo este condenado asunto salga adelante”. El tablero era nuestro; la posesión del balón y la ambición de victoria, también. Era cuestión de que cualquiera del Granada hiciera efectivo aquel lema que inmortalizó el poeta latino Horacio: “carpe diem”, “aprovecha la ocasión”. Porque ocasiones había muchas. Y el público acompañaba. Como en la canción: “There is no end to what we can do together“, no había límites para lo que pudiéramos hacer juntos, jugadores y afición.

P1050807

Iturra, pieza fundamental en el equipo. PHOTO: Autor del Artículo.

Pero llegó la Segunda Parte. Y empezó lo inexplicable. La baja de Iturra se hizo notar nada más empezar los primeros compases de la reanudación del encuentro. Con las líneas aún desdibujadas perdimos el balón, igual que un golpe de viento se lleva una hoja de un árbol por los aires. Sin saber cómo, un atacante levantino consiguió entrar en una brecha abierta frente a portería y lanzó sin que el portero pudiera impedir la trayectoria del esférico. 0-1. La causa: el descosido en la línea de 4 que suele liderar en el mediocampo, siempre en perfecto orden, el ausente Iturra; en ese momento, en auténtico caos. Lo que permitió que el futbolista del Levante  se infiltrase entre los cuatro defensas granadinos, quietos como palos ante su evolución al pie del área.  Con el gol no sólo perdimos el partido, sino también la orientación, el asiento sobre el terreno, las ideas. Todo. La seguridad y prestancia que teníamos como propias en la primera mitad se marchó en un visto y no visto. Podemos culpar los cambios que hizo Caparrós. Pero la vida es cambio y el único tratamiento posible es saberse adaptar, saber utilizar los muchos o pocos recursos que se tiene a disposición. Además, la mayor parte de los jugadores del Granada eran los mismos que antes lo habían hecho fenomenalmente bien. Pero ya no se comportaban de igual manera, y no respondían adecuadamente a la urgencia de un gol para encarrilar de nuevo el encuentro. Habían perdido la disciplina aprendida,  el surco del camino que llevaba hacia el área contraria.

El público tampoco era el mismo.

El fútbol no es filosofía. El futbol es pasión. Desbordada. Injusta. La misma grada que antes aplaudía, vitoreaba, elevaba a sus jugadores, ahora los censuraba, los insultaba, los rechazaba. Sin anestesia. Sin piedad. Algunos avanzaron una fase más hacia la burla, y se reían a voces de los errores de los nuestros saludándolos como aciertos. ¡Qué malo es dejarse llevar por las emociones sin medida! En ese momento los futbolistas se me parecieron patitos de feria, juguetes para el divertimento de cualquier francotirador de escopeta estropeada.

P1050826

El Levante en pleno dominio del encuentro en la Segunda Parte. PHOTO: Autor del Artículo.

Desvalorizados y deshilvanados en su juego, blanco del enfado general, el estadio parecía un circo, un aquelarre. La impotencia del gentío se transmitía al campo y del césped al graderío. Los balones se colgaban inútilmente sobre la portería del equipo contrario sin éxito, sin fortuna, sin esperanza. La defensa levantina era seria, muy seria. Y las pérdidas de tiempo para que se cumpliera los 90 minutos sonaban a ensayadas para desesperación del respetable, que a esas alturas ya no respetaba nada ni a nadie. Una mala noche. Mala para el fútbol, mala para las emociones, mala para descubrir cómo se mueve la naturaleza humana desprovista de razón, de justicia. Cómo, en el espectáculo de las pasiones deportivas, el público que te encumbra y te sube hasta la cima es el mismo que, en cosa de minutos, te derriba y te hunde hacia bajo. Sin redención.

Nos marchamos de “Los Nuevos Cármenes” mustios, de mal humor. Alguno, en cambio, recordaba lo que decía el gran torero Curro Romero en sus horas más bajas, antes de retirarse definitivamente de los ruedos: “una mala tarde la tiene cualquiera”. Pues bueno. Ojalá sea eso. Ya nos vale.

 Antonio Andino Sánchez