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Crónicas desde el Estadio: Jornada 8

 

 

“¿¡Que Nos Parta un Rayo!?” 

17/10/2014: Cuarto encuentro de Liga del Granada CF en su estadio.  RESULTADO: 0-1

 

 

Comprendo el enfado con la mala suerte. Pero enfadarse con las personas es otra cosa.

Así se prometía de optimista la Revista Oficial del GCF antes el encuentro.

Así se prometía de optimista la Revista Oficial del GCF antes del encuentro.

La base de las relaciones entre los grupos y los individuos es la RESPONSABILIDAD. Esta es un compromiso, una promesa y vínculo común de un “yo te doy y tú me das”, un comportamiento fijado de mutuo acuerdo entre ambas partes. Responder es eso: devolver la promesa que uno hizo a cambio de lo que recibe de ella. Es de la misma raíz latina de esposo/a, prometido/a. La canción de Genesis “FOLLOW YOU, FOLLOW ME“, del album “And Then There Were Three“, del año 1978,  lo expresa la mar de bien: consiste en saber con toda seguridad que el otro estará siempre ahí, a nuestro lado, como nosotros a su lado, también.

Los vínculos de responsabilidad pueden ser de muchas clases: padre/hijo; empresario/trabajador; Partido Político/votantes; y, sobre todo, el que nos interesa: el del Club de Fútbol/aficionados. En este pacto el socio abonado se ha comprometido a apoyar económica y activamente en la grada con su presencia al equipo de su corazón blanquigranate. El grupo de Jugadores, Entrenador y Directiva, como un “cuerpo místico” integrado de “musculadas extremidades y vigoroso talento”, “cabeza directora” y “cartera administradora de gastos e ingresos”, se comprometieron a su vez a dar jornadas de alegría, de victorias; contando, claro, con algún sabor intermedio agridulce de los empates y el ácido amargor de las derrotas. Sentir los colores de un equipo es pasar por todo eso. Aquí, en Madrid, y en la apartada Barcelona. Inevitablemente.

Oportunidades sin éxito. PHOTO: Autor del Artículo.

Oportunidades sin éxito. PHOTO: Autor del Artículo.

La gente piensa que lo contrario de la responsabilidad, su bestia feroz, es la irresponsabilidad. No estoy de acuerdo. La irresponsabilidad es ajena a todo vínculo humano, como una isla perdida en el océano, o un cielo sin nubes, sin sol y sin luna. La ausencia de todo compromiso es el caos, el solipsismo, el vacío interpersonal. Nadie va a ningún lado de su mano. Es anterior a todo contrato social, a la vida en común y compartida. Si se produce entre padres e hijos, deja de existir el lazo que los une; si ocurre en el medio laboral, por una parte o por otra, sucumbe la empresa; si se da entre políticos y votantes, unos y otros desaparecen como opción electoral; y si se da entre un equipo de fútbol y la afición que lo sostiene, no hay Tabla en ninguna División que lo sostenga.

No. El auténtico boicoteador de toda responsabilidad, que parasitariamente convive con ella, para zarandearla y fustigarla, es el azar, la fortuna, el accidente.

A nuestro equipo el accidente con el Rayo Vallecano le sobrevino en el minuto 90. Y de una forma muy parecida al que acaeció con el Levante. Entonces fue mientras se reordenaban las filas del medio campo; ahora, cuando los jugadores, empujados y jaleados por el público, sólo tenían en su mente atacar y conseguir el gol a toda costa. Un empate hubiera venido bien; pero eso solo se piensa después de perder. En fútbol pasa, como en la vida, que el otro también existe; y el pensamiento de uno limita con la presencia y voluntad de los demás.

El juego parado que aplicó el Rayo todo el partido. PHOTO: Autor del Artículo.

El juego parado que aplicó el Rayo todo el partido. PHOTO: Autor del Artículo.

El equipo no jugó mal. Jugó con todo lo que tiene; incluso con astucia, cediendo el balón para encontrar el contragolpe, como si jugara en campo contrario en plan  visitante. Las líneas de ataque no iban a más porque el Rayo cortaba y presionaba lo suyo. Hubo ocasiones y, cuando le tocó soltar un relámpago a puerta, la estirada de Roberto, el portero granadino, fue bellísima, de reflejos a velocidad de la luz. Tal para cual.

Llegó el gol como podía no haber llegado si se hubieran demorado dos o tres vallecanos a hacer tanta dramatización cada vez que caían al césped: unos daban varias vueltas haciendo la croqueta; otros pataleaban como las colitas de los patos en un estanque. Parecía que lo tenían bien ensayado. Mil maneras de caer para provocar tarjetas, disminuir la tensión o el número de adversarios por acumulación de amonestaciones, o perder mucho, muuucho tiempo. Venían a empatar… o a ganar. No os equivoquéis y los esperéis para otra cosa. Faltó una pantomima más de esas para que el tiempo no hubiera corrido hasta el minuto aciago del gol rayista.

El gol del Rayo. PHOTO: Autor del Artículo

El gol del Rayo. PHOTO: Autor del Artículo

El público se tomó a mal el fatal desenlace. Como si la culpa tuviera que llevársela alguien porque llueve, nieva, truena o se levanta un vendaval. Fue simplemente el azar el que le permitió al Rayo alumbrar el gol. En justicia el trabajo responsable del equipo no se merecía la derrota. Y si vino fue por dejarse llevar por las ganas de los espectadores, que no son los que corren ni los que se las tienen que ver con el adversario. Es un tic muy humano. Una reacción primitiva. En frío no se hace. Pero el enfado del resultado volvía a echarse encima de los jugadores.

Tiene muy mal perder el aficionado granadino. Y en la vuelta al asfalto el mosqueo se notaba en la impaciencia de los coches por salir de los habituales atascos de la zona. Sin embargo, una vez en casa, más calmados recapacitarían, y se darían cuenta de que el equipo juega con todo lo que tiene y a pleno rendimiento. La responsabilidad adquirida con el abonado sigue indemne. El pacto entre el Granada C.F. y su afición sigue vigente. No ha fallado el equipo, ha fallado la Suerte.

 

Antonio Andino Sánchez