“Mi querido diario”, por Sandra Ortega Rodríguez (4ºA)
22 de septiembre, domingo.
Todo lo ocurrido hoy me preocupa. He acabado con mi abuela en mi casa, y mis padres siguen en el hospital todavía. Es muy probable que te preguntes qué fue lo que pasó, qué fue lo que hizo que todo esté patas arriba y que nadie esté en el sitio donde habitualmente está. Pues bien, todo se resumiría así:
Notaba a mi madre rara desde el viernes. Ella es como siempre dice “muy resistente al dolor” y es muy raro que se queje de algo. Aquel día dijo que no se encontraba bien, pero, claro, como en todas las familias del mundo, todos tenemos nuestros propios problemas como para preocuparnos por un pequeño dolor de barriga que tenga nuestra madre. “Ya se le pasará”, pensé.
¡Qué equivocada estaba! Al día siguiente empeoró. Pero, como habíamos quedado con unos amigos malagueños, viajamos todos hacia Málaga. Ella soportó el dolor como una campeona, diciendo que tampoco era para tanto y, por esta misma razón, comió poco ese día.
Esta mañana fue a Urgencias ¡y eso que para que ella diga de ir al hospital bien le tiene que doler!
Ahora estoy preocupada. Todavía no la dejan salir. La pude ver hace un rato, enganchada al suero, con su sonrisa imborrable en su cara: sabiendo que no estaba bien, ella sonreía. ¿¡Por qué sonreía!? Siempre pensaba en nosotros: incluso cuando era ella la que estaba mal; y ella sabía que tenía que ser fuerte, fuerte para que nosotros soportásemos y asimilásemos todo lo que estaba pasando.
Ahora sólo quiero dormir, dormir hasta despertarme con ella a mi lado, susurrándome que nada de esto pasó, que ella estaba allí para protegerme, que todo sólo fue una pesadilla, una pesadilla horrible que no tendré que volver a soñar jamás.
4 octubre, viernes.
Hoy volví a verla, después de una operación está bien como siempre. O eso dice. Pero la verdad es que si, como siempre dice mi padre, está tan bien… ¿Por qué no vuelve a casa? Ya soy grande y aunque no quiera asumirlo, esto no es ninguna tontería, mi madre lleva mucho tiempo ingresada y ni siquiera sé por qué. Todavía no sé si es porque mi padre no quiere que suframos más o porque los médicos no descubrieron aún el mal que tiene.
Mis estados de ánimo varían. Pero, sinceramente, pocas veces tengo ganas de hacer algo, sobretodo, si mi madre me dice cosas cómo “¡mira que nunca voy a ver San Miguel! Pero este año ¡qué ganas tengo de verlo pasar por la puerta al menos!”. Que tu madre te diga eso, te afecta, te sientes impotente por no encontrar una solución y con miedo de no volverla a ver, aunque sólo sea en una cama dentro de un hospital. Porque ni al peor de mis enemigos le deseo que pase por lo que yo estoy pasando en este momento.
14 de octubre, lunes.
Sigue allí, todo sigue igual. La otra operación no le sirvió y hoy ha vuelto a entrar a quirófano. ¿No decía mi padre que todo estaba bien? ¿Por qué le tiene que pasar todo esto a ella?
Estoy harta de llorar todas las noches, de sonreír para aparentar estar bien aunque no lo esté. Ahora no me importa lo que la gente diga o piense de mí, no me importa nada ni nadie a parte de ella, porque lo daría todo por ella, porque no te das cuenta de lo que verdaderamente tienes hasta que lo pierdes, porque no valoras las cosas con su debida importancia.
Si tengo que aprender algo de esta horrible experiencia es eso, aprovecha el momento y busca los buenos ratos, porque los malos vienen solos.
21 de octubre, lunes.
Por fin nuestro sueño se hizo realidad. Como mi hermano me dijo un día: “he soñado que llamaban a la puerta y era mamá la que había detrás”. Ahora es cierto y ha dejado de ser una ilusión.
Es ella de verdad, está con nosotros después de un mes, un mes interminable que se resumiría como el peor de mi existencia. Ya puedo respirar tranquila al sentir su presencia, ya puedo volver a ser feliz.
Aunque en realidad no todo es tan perfecto como parece, ella sufrió todo este tiempo una diverticulitis y ahora lleva una bolsa. Pero, sinceramente, poco me importa eso ahora, está conmigo y viva, ¿qué más puedo pedir? Y voy a aprovechar todo el tiempo que me quede con ella antes de que vuelva al hospital. Sí, has oído bien, va a volver, pero esa es otra historia que te contaré en otro momento.
Sandra Ortega Rodríguez (4ºA)
– curso 2014-2015 –