Crónicas desde el Estadio: Jornada 32
Getting Better (“Mejorando”)
Cuentan los antiguos que en Sevilla un “gracioso” le dio por propalar el rumor de que había una ballena en el Guadalquivir. El éxito de su bulo fue tan masivo y espectacular que viendo que todo el mundo corría al puente Triana para ver al cetáceo nadando en sus aguas, se dijo a sí mismo: “¡¡Anda, a que va a ser verdad y tó!!” y se lanzó a correr con toda la muchedumbre para asomarse también a las barandas del puente.
El episodio se cuenta de padres a hijos en Sevilla como recuerdo del poder tan grande de la sugestión popular. Las mentiras o “productos de la mente”, como dice su etimología, juegan un gran papel en la vida humana; más incluso que las verdades o “respeto temeroso” a la coherencia que debe mediar entre la fe de los sentidos y el testimonio de la palabra, también según reza su etimología.
Ante el Almería el club granadino estuvo “soberbio”; o sea, creído, charlatán y altanero, convencido de que era un rival asequible, al que iba a ganar por supuestísimo: perdió 0-3. Ante el Sevilla, el primer pensamiento era que sucumbiría ahogado por una goleada sin paliativos, dada la superioridad del rival más que demostrada a lo largo de la Liga. La lógica y la cábala salían de la campaña realizada por una y otra escuadra en los últimos encuentros: “uno es lo que hace”, que diría Aristóteles. Era lo razonable…, sin tener en cuenta el poder de la sugestión, claro. Como en el cuento sevillano ¿cómo podía creerse la gente que una ballena iba a llegar hasta la ciudad del Guadalquivir así porque así? Pues se lo creyó hasta el propio instigador de la mentira.
También suele suceder que, cuando todo parece darse por perdido, es cuando empieza a cambiar la tendencia y evolución de las cosas. El equipo nazarí salió al campo muy revolucionado. En la pantalla había salido una disposición de 4-3-3 muy novedosa en sus filas. Las líneas se mostraban más adelantadas. En realidad, sobre el terreno de juego era un 4-1-4-1, siendo Fran Rico el encargado de sostener la defensa atrás y Success, un actor secundario siempre desde que empezó la Temporada, la delantera en la punta de ataque. Iturra, muy encima del contrario hacía de interior volante llevando su empuje más arriba de lo acostumbrado. En lugar de ser un pistón de freno del rival, era el pedal del acelerador de la delantera albigranate.
Más que la desesperación, el comportamiento de todos era saber que había que jugar con una rapidez e iniciativa muy superior a lo habitual, descomponer el centro del campo enemigo, para que no pudieran pensar ni por asomo en poner en riesgo la portería de Roberto.
El equipo “palangana” (así lo llaman sus detractores béticos por el color de sus camisetas y por motejarlo con el utensilio servil, habitual y socorrido en las casas de vecinos, sin agua corriente, de la Híspalis de mediados del siglo pasado –pues en la capital andaluza no hay sólo un equipo de “Abel”; también cohabita puerta con puerta otro de “Caín”: dos peñas hermanas e incorregibles en sus puyas, chistes y maledicencias-)… El equipo “palangana”, repito, no salía de su asombro. El delantero centro sevillista Bacca apenas tiró una vez a portería, desahuciado por el resto de sus compañeros, que no eran capaces de alargarle un balón a sus dominios. El grupo no funcionaba. Las trenzas de sus mimbres se deshacían de continuo y no lograban enredar una jugada de “laboratorio”, de esas que la calidad de sus jugadores tiene acostumbrado al graderío del Sánchez Pizjuán.
Su hinchada había venido como una nube alegre y despreocupada. Por primera vez las gradas reservadas a los huéspedes estaban completamente repletas de gentío, un público bullanguero, simpático, extrovertido, que no paraba de saltar y animar al Sevilla de sus amores. Por cierto, la gran diferencia de estos amores respecto a los amores béticos, es que su pasión los lleva “hasta la muerte”, en plan amantes de Teruel [“tonta ella, tonto él”, que diría un sabio y, seguramente también bético]; mientras que los “verderones” terminan al final perdonándolo todo “manque pierda”, igual que un padre perdona a sus hijos ante los demás diciendo: “¿Quién no tiene en su casa un cuadro daleao? [ladeado=mal puesto]” ¡Tremenda la antropología tragicómica que encierra tanto el sevillismo como el beticismo de “Serva la Bari”, el nombre de la Sevilla gitana y mora!
Pero el partido se iba desarrollando en sus primeros minutos con una intensidad inusitada. En el minuto 13 Success hace un caño al defensa digno de Cristiano Ronaldo, que termina en córner. Nadie podía suponer que a su saque Mainz remataría de cabeza cortando el balón el aire como un cuchillo la mantequilla hasta llegar al fondo de la red. ¡GOOOL! La ballena aparecía con sus chorros de agua caliente por el horizonte del Puente de Tablada sobre el Guadalquivir. Lo imposible se hacía realidad. ¿Quién dijo “mentira”?
Por delante: tres cuartas partes de partido. Sin embargo, el Granada no se amilanó. Siguió perseverando en velocidad, en agresividad, en posesión del balón, aguantando y sufriendo la reacción rabiosa del equipo de Nervión, que ya esta misma semana había levantado un resultado semejante contra un equipo ruso en la Euroliga.
El esfuerzo y cansancio de los jugadores albigranates en los minutos finales de la Primera Parte era notable. A Robert Ibáñez el ritmo trepidante de subir y bajar por la banda le pasaba factura y ya no fluía con la misma rapidez, parándose para apoyarse en el oxígeno que le proporcionaba Nyom, quizás el atleta con más pulmón del grupo. Se llegó al descanso y seguíamos ganando 1-0.
El espejismo de la victoria duró hasta el minuto 69 de la Segunda Parte. El mismo protagonista que hizo que el graderío disfrutara la victoria durante 55 largos y memorables minutos, el defensa granadino Mainz, tirándose al suelo para evitar un centro-chut no acierta a despejarlo e introduce el balón en propia meta. Gol del Sevilla, que recibía su premio después de que el Granada hubiera abandonado un cuarto de hora antes definitivamente la lucha por la posesión del esférico, convirtiendo el juego en un frontón de ataques sucesivos del club sevillano.
Al final del partido, y tras los lúgubres y ominosos minutos del descuento sin que se alterara el marcador, el público no se fue del EstadIo Nuevo Los Cármenes con mal sabor de boca. Se esperaba una abultada derrota y se había conseguido un honroso empate, 1 punto donde no cabía imaginar conseguir ninguno.
Pero como decían The Beatles, en su GETTING BETTER, del famoso álbum “SGT. PEPPER´S LONELY HEARTS CLUB BAND” (1967), “esto va mejor”. Sobre todo, desde que se ha dejado a un lado la obsesión de no perder por la de ir a por el partido e intentar ganarlo.
Es cierto que las ballenas nunca podrán asomarse por el río Guadalquivir, que queda muy lejos de sus mares de residencia. Es cierto que los sueños muchos no se cumplen o no llegamos a verlos cumplidos por nuestra limitación temporal. Pero lo importante es la movilización de nuestros sentimientos en pos de un proyecto, sea el Betis, el Sevilla o el Granada, o, simplemente, en pos de un producto de nuestra mente, que funciona porque nos hace verdaderamente eficaces y felices. Esa energía, esa fuerza de más, que la realidad fría, racional y desalmada jamás va a regalarnos por gusto, es la que nos hace ser auténticos humanos y vivir cada día, cada reto, como humanos, cayéndonos y volviéndonos a levantar. Por eso, Granada, si se persevera, esto puede ir a mejor. Pues aunque no se consiga la permanencia, a ningún jugador ni a ningún aficionado se le podrá reprochar que no puso todas sus fuerzas y su fe para lograrlo.
Antonio Andino Sánchez.