Día contra la Violencia de Género – 25 de noviembre 2015
La Coordinadora de Igualdad de Género, Raquel Sara Jiménez Gutiérrez, junto con un grupo de alumnos del IES Alba Longa asistieron otro año más, el 25 de noviembre de 2015, a los actos que se desarrollaron en el Ayuntamiento de Armilla, esta vez consistentes en la lectura de un Manifiesto, donde nuestro Centro aportaba tres propuestas para erradicar la Violencia de Género.
Desde estas páginas queremos también participar en la denuncia y respuesta solidaria ante tal lacra social con el escrito de nuestra alumna Sandra Ortega Rodríguez y con un videoclip musical a propósito del tema, recomendado por la alumna Lorena Comino Jiménez.
Reconozco que escribir me encanta. Y más aún cuando tengo un lector u oyente que siga mi lectura, que la comprenda, la asimile y esté conmigo.
Pero en el caso de la violencia de género, el tema me supera.
Yo no puedo escribir sobre algo donde los únicos oyentes que vaya a tener sean aquellos que ya comprendan lo que estoy contando, cuando mi objetivo es que llegue a esas personas que entienden mis palabras como ruido o garabatos en un papel y que no tienen el suficiente respeto como para escuchar lo que los demás tienen que decir.
Para mí es horrible abrir los ojos y mirar a mi alrededor, a mis cercanos, a mis lejanos y a la gente que ni siquiera conozco y darme cuenta de que sin importar religiones, razas o culturas, todos coinciden en lo mismo: la mujer es un ser inferior.
Defender la idea de libertad en la mujer cuando ni siquiera en la propia definición de la palabra la tiene, es inmundo por nuestra parte.
Si de verdad supiéramos lo que es un mundo sin machismo no nos diferenciaríamos por el género, todos seríamos iguales, nunca existiría un “sexo débil”, por lo que tampoco un “sexo fuerte”.
Siendo negativos, es imposible entrar en la cabeza de personas adultas, haciendo una fase de borrado e intentar meter conceptos nuevos en ellos, por lo que será imposible un cambio.
Siendo positivos, es imposible entrar en la cabeza de un adulto, pero no en la de un niño.
Ellos son los únicos que nos pueden brindar un mundo en el que se trate a las mujeres como iguales, en el que se valore de la misma manera el trabajo de ambos.
El problema vuelve a residir en la familia, en la educación: cada niño aprende lo que ve.
La única solución sería convenciendo a los padres, convenciendo las ciudades, convenciendo a los países de que no existe un comportamiento diferente para niños y otro para niñas, así como juguetes, ropas o colores.
Pero lo más complicado es dar el primer paso y para ello, no puedo avanzar yo sola hacia delante, afirmando de nuevo que he sido incapaz de terminar mi manifestación, porque es imposible ser escuchado cuando lo que cuentas no es lo que quieren oír.
Sandra Ortega Rodríguez.
curso 2015-2016.