“Y, sin embargo”, de Joaquín Sabina (1996)
Esta canción nos habla de un amor que el autor siente como totalmente sincero. De hecho, percibe a su pareja como algo indispensable por lo que merece la pena arriesgarse (“que no miento si juro que daría por ti la vida entera”). Sin embargo, este amor es, en realidad, bastante contradictorio, pues aunque reconoce que la vida sin ella sería un despropósito (“porque una casa sin ti es una embajada”), no siente ni se esfuerza por sentir esa lealtad que habitualmente se despierta en todo aquel que está enamorado. Es por ello que Sabina parece no poder resistirse a la tentación de mantener relaciones con otras mujeres (“y sin embargo, un rato cada día, ya ves, te cambiaría por cualquiera”).
Desde mi punto de vista, el autor vive en un evidente engaño del que no quiere salir. Si alguien está realmente enamorado de otra persona, no le cuesta serle fiel; es más, lo hace con sumo placer porque sabe que se verá correspondido por la otra persona a la que ama. La clave de la lealtad es precisamente que es recíproca; es decir, que se da porque se recibe. Pero pierde su significado si uno de los dos deja de darla. Teniendo en cuenta que la lealtad es uno de los pilares básicos de toda relación, ya sea de pareja o de amistad, percibir una relación ausente de esta que pueda funcionar, es simplemente distorsionar la realidad. La lealtad es necesaria porque, al fin y al cabo, tu pareja es la única persona que se compromete a estar ahí ayudándote cuando lo necesites, sea cuando sea; es la persona a la que le confías tu intimidad, a la que le confías tu personalidad y con la que gastas uno de los bienes más valiosos que todo ser humano tiene: el tiempo. El tiempo que gastas en pensar en esa persona todas las noches, el tiempo que gastas en estar con ella, en compartir momentos juntos y, finalmente, y sólo si sientes que merece la pena, en formar una familia juntos. Todo ello lo haces sin miedo porque sabes que la otra persona te corresponde, y que ambos invertís vuestro tiempo en hacer crecer la relación. En cambio, Sabina se delata en esta canción a sí mismo al querer una relación completa cuando es él mismo quien la dinamita. Se contradice al querer que la relación crezca cuando es él mismo quien la destruye.
Llegados a este punto, es indiscutible que el problema no está en ella ni en la relación, sino en él. Para que tú te confíes a alguien, debes estar primero seguro de ti mismo y de quién eres. Si alguien ha decidido comprometerse contigo, es porque le gusta lo que ve, más allá de cómo seas por fuera, y, sobretodo, porque te prefiere antes que a cualquier otra persona del mundo. Alguien que tiene esto claro reconoce forzosamente lo valioso que es algo tan delicado como el amor, y lo cuida mucho más de lo que lo hace Sabina. Quien valora de verdad una relación por todo lo que implica no es capaz de hacer algo así, no es capaz de fallar al otro porque sabe que el otro nunca lo haría.
Dicho esto, uno comienza a darse cuenta de que el problema real de Sabina no es no poder resistirse a las tentaciones (“Sabes mejor que yo que hasta los huesos sólo calan los besos que no has dado”), como él sugiere a lo largo de toda la canción. El problema real es que es una persona insegura de sí misma, que no se ve lo suficientemente valiosa como para que alguien quiera estar con él más de una noche; lo que le lleva a pensar que su pareja tampoco. Considero esta la verdadera razón por la cual no le da a la pareja el valor suficiente como para dejar de sentir esa necesidad de ir con otras.
Al fin y al cabo, si el amor se basa en compartir, ¿no hay primero que preocuparse por lo que se comparte que por el hecho de compartir en sí? El problema de esta y otras muchas canciones es que dan por sentado que los problemas se encuentran en el proceso de compartir y nunca miran más allá de ello: nunca prestan atención a que lo que realmente hacen dos personas que se aman es compartirse entre sí y que muchas veces lo primero que falla es la percepción que alguien tiene de sí mismo y que es, en realidad, lo que no permite que una relación llegue a despegar.
Pablo Lombardero Ros
curso 2016-2017