“El frío del cemento” y “Ajedrez de recuerdos”, de Manuel Molina
¡Hola!
Soy Manuel Molina Gutiérrez, y fui profesor de Francés en el IES “Alba Longa” durante los cursos 2006-2007, 2007-2008 y 2008-2009.
La mayor parte de lo que escribo está inédito, salvo el poemario “Espigas en la luz y en las tinieblas”. Siempre he tenido interés en la escritura, especialmente por la prosa. El encuentro con la poesía se produjo como una experimentación y un autoaprendizaje, alentado por algún compañero que señaló cierta vena lírica en mis escritos en prosa.
La búsqueda de belleza en el lenguaje y el descubrimiento del mundo a través de un inquirimiento en soledad están en el corazón de ese viaje que es la poesía.
El frío del cemento
Ladran las charcas de agua en asfalto
castigado por el claxon de los coches,
cara
a la pared del cielo.
El gorgoteo suena en las canales,
el viento azota las ventanas,
y yo repiqueteo ametrallado de agua,
desnudo sin paraguas,
agolpado en la esquina del recodo
de este río colándose en la boca del metro.
Y de regreso a casa,
mordido de empujones,
acuso la tristeza en sus ojos
ante el tribunal de mi mirada.
Liberado otra vez a la angustia del agua,
me escondo esquina a esquina,
y de un tejado a otro
en esa telaraña asesinada
por faros presurosos de los coches
huyendo incandescentes.
Alguien perdido bajo unos plásticos
queda,
yo voy al fuego del hogar.
Me remiendo con mi remordimiento—
¿qué hacemos unos dentro
y otros fuera
de la vida?
Me despierta la calle blanca fría,
fríos los corazones y la vida.
La alegría sonríe,
el humo del café
se asoma
de los plásticos desnudos
en el bar de la esquina.
AJEDREZ DE RECUERDOS
I
Sobre el paisaje de la mesa hay
la desolación de despojos de una
era ablentada por viento divino,
sólo el vino se ríe en la botella
y las copas que temblorosas vibran
al son ritmado de una mesa coja.
Huérfana la vajilla se despide
sobre un mantel que pecoso de migas
y los lunares del festín habido,
ávidos de silencio, diálogo desprecian
del campo de batalla entre arrugas trincheras,
bayonetazos leves por el mantel arriba.
La melodía uniforme de palabras,
carcajadas o signos disconformes
araban los discordes temas, que abonados
sobre el silencio levantaron bustos
jaleosos sobre pitanza exhausta,
los guiños de la abuela, la que cómplice
escuchaba al abuelo y sorprendía a los nietos,
inmóviles sus fichas, tablero derrotado
a la estrategia de un recuerdo hoy monolito de un pasado:
un alfil de maquis va recorriendo la sierra.
II
Son las horas expósitas del recuerdo noctámbulo
que ahogan las palabras del abuelo
en un frente, frente a frente la verdad desnuda:
la muerte en el campo de batalla.
Los lomos de una sierra hostil, la duda
sobre el hambre acuestas
tan pesada como un fusil o soga
que se amarra a tu cuello de angustia.
Esas palabras huérfanas, no dichas,
las adopta el silencio (los ojos en el vino),
que se fue adormilando con sus divagaciones,
y las pupilas atentas e ingenuas
que subrayan lo contable
mientras callaba lo indecible:
que el rojo y el negro quedaron vencedores,
libertad, igualdad, fraternidad, vencidas
sobre el blanco y el negro del tablero.
curso 2017-2018.