Twitter
Menu

Crónicas desde el Estadio: Jornada 3

 

 

“Trabajo de Equipo” 

14/09/2014: Segundo encuentro de Liga del Granada CF en su estadio. RESULTADO: 0-0

 

 

 Tras el primer encuentro en casa, salíamos de Los Nuevos Cármenes tarareando la música de CROWDED HOUSE, “Four Seasons in One Day” (“Cuatro Estaciones en un Día”) y entrábamos en esta Tercera Jornada de Liga, segunda que nuestro equipo juega en casa, canturreando aquel éxito de los primeros ochenta, “WHO CAN IT BE NOW?” (“¿Quién puede ser ahora?”), de otro grupo también australiano, Men At Work (“Hombres Trabajando”). Premonitorio.

El Once inicial del Granada C.F. PHOTO: Autor del Artículo.

En verdad no sabíamos con qué Granada nos íbamos a encontrar: ¿El de la Derrota de la Primera Parte de la crónica pasada? ¿El del Empate? ¿El de la Victoria? El equipo dejó a todo el mundo con serias dudas sobre su verdadera personalidad. Y ahora teníamos que afrontar un partido contra un auténtico equipo de Primera, el Villarreal.

Portada de la Revista Oficial del GCF. Se destaca el papel importante de Rochina en el equipo.

Portada de la Revista Oficial del GCF. Se destaca el papel importante de Rochina en el equipo.

Por eso los primeros compases de juego fueron expectantes, cautelosos: cuando en el primer minuto de juego se produjo la primera ocasión de gol, de cabezazo en plancha de uno de los nuestros, nadie lo esperaba ni estaba preparado para darle acogida, por culpa de tanta precaución como teníamos  metida en el cuerpo.

La Primera Parte transcurrió con un “estadio de ánimos” cautos, como si se estuviera contemplando una película de suspense, de susto por sorpresa. La gente callaba, miraba. En silencio. Nadie daba un euro a favor ni en contra; no se hacía juicio alguno de lo que pasaba ante los ojos. La opinión se reservaba, se guardaba en el forro del bolsillo de la garganta. Hasta las Peñas estaban más apagadas, con menos ruido, menos entusiastas. Enfrente había un equipo de experiencia europea, de los que rasgan la tabla con hambre de victoria.

En cambio, la Segunda Parte ya no vino sola. El juego del Granada había ido calando como una lluvia fina, gota a gota, acostumbrando a los espectadores a cierta estructura, a un mecanismo de acción y respuesta persistente, a una textura de juego disciplinado, a un dibujo reescrito una y otra vez sobre el césped para las líneas de defensa y ataque: 4-4-2, 4-4-2, 4-4-2… Siempre así. Impecable. Persistente. Trabajado.

Joaquín Jesús CAPARRÓS Camino, "la Soledad Silenciosa del Director de Orquesta". PHOTO: Autor del Artículo.

Joaquín Jesús CAPARRÓS Camino, “la Soledad Silenciosa del Director de Orquesta”. PHOTO: Autor del Artículo.

Poco a poco descubrimos ese código secreto, de caja fuerte, que proporcionaba al equipo, simultáneamente, elasticidad y seguridad en su presencia y discurso sobre el terreno de juego: estábamos contemplando de manera continuada, sin descanso, sin fisura ni desaliento, a “HOMBRES TRABAJANDO”, a un conjunto humano que transportaba, creaba o defendía en función del lance de la posesión o pérdida de balón. Era un engranaje mecánico, sin aristas. No había figuras en campo. Ni Rochina, ni Piti ni Babín destacaban. Había sólo piezas. Piezas de un mecano perfectamente estudiado, trenzado por el entrenador. El trabajo de pizarra de Caparrós era lo que, como la tabla de multiplicar, como una oración religiosa, llevaban repetidamente a la práctica, martilleándolo una y otra vez los jugadores albigranates en el campo contra el equipo contrario. Sin darnos cuenta, los futbolistas del Granada nos estaban desvelando el fruto de lo que no solemos ver sobre el escenario de hierba: la preparación física, la disciplina táctica, la configuración de la mentalidad de un grupo homogéneo, entrenado, preparado para sufrir los vaivenes, las subidas y bajadas, la carrera con el balón y la recuperación tras su pérdida. Eso estábamos viendo: fútbol en el sentido más profesional de término.

Ortuño, conduciendo un balón en el centro del campo. PHOTO: Autor del artículo.

Naturalmente, como en todas las profesiones, el trabajo necesita ir acompañado de la suerte para que luzca, traspasando la difícil barrera del éxito. Muchos profesionales hacen bien su trabajo, pero no alcanzan el mismo reconocimiento que sólo unos pocos, elegidos por la Diosa Fortuna, simplemente por estar en el lugar adecuado y en el momento oportuno, alcanzan la fama, el triunfo, la victoria, y así poder decantarse por encima del resto. Eso son los goles en fútbol. Y no vinieron. No quisieron venir. Aunque los nuestros pusieron empeño y ocasiones. Las dos últimas jugadas de ataque fueron muy emocionantes y dignas de recuerdo. Ambas fueron jaleadas por un público, que había entendido ya a esas alturas a su equipo. Con un crescendo de palmas parecía que su aliento iba a empujar el balón contra la red contraria, de la misma manera que la mente o el espíritu mueve el cuerpo o la materia. Pero, como digo, los goles no vinieron.

"Los goles no vinieron". PHOTO: Autor del Artículo.

A la salida, la gente, esa mezcla de edades, géneros, clases sociales, que reúne amigablemente la magia del fútbol, estaba satisfecha. Lo único que se puede exigir a un profesional es que su trabajo esté bien hecho, habiendo puesto todos los sentidos en él. El Granada de Caparrós había dado la talla, había cumplido. Como saben todos los gremios: la inspiración es algo que, cuando viene, siempre pilla al artista trabajando. Así vendrán también los goles. Así vendrán las futuras victorias. Mientras tanto, quedamos contentos. Tenemos un equipo. Y trabaja bien.

 

  Antonio Andino Sánchez